EL ÚLTIMO LECTOR
"El mundo estaba loco. Leer era un delito.
Andrés, como empleado de la limpieza, entraba en el museo por la puerta de atrás. Se alegraba de ello porque evitaba el dolor de contemplar el denigrante rótulo de la fachada principal:
«MUSEO DE ELEMENTOS CONDENADOS»
DE ALTO RIESGO PARA LA MENTE
En las vitrinas predominaban los libros, las revistas y todo tipo de instrumentos y objetos relacionados con la lectura. Contaba, además, con una vasta colección de materiales y juegos para el desarrollo de la creatividad, del ingenio, del razonamiento... ¡Todo un desvarío!..."
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